¿CRÍTICO O CRITICÓN?
Fácil, muy fácil, ser un criticón. Difícil, muy difícil, ser un
crítico.
Lo primero es vicio; lo segundo, arte.
El criticón emite juicios y conclusiones apresuradas; picazón oral. El
crítico analiza y estudia ante de opinar; comezón intelectual.
Lo primero es urgencia; lo
segundo, prudencia. El criticón generaliza, echa mano a frases disfrazadas de
verdad. El crítico argumenta, desnuda la mentira.
Lo primero es —parafraseando a
Descartes— hablo, luego hablo; lo segundo, pienso, luego expreso. El criticón
es adicto al populismo y la demagogia. El crítico a los datos y los
antecedentes. Lo primero es una pose; lo segundo, una actitud seria.
El criticón se cree dueño absoluto de la verdad. El crítico está
abierto a otras perspectivas y a admitir errores.
Lo primero es arrogancia (dogma); lo segundo, humildad (sana crítica).
El criticón disfruta de la burla vulgar y
la mofa barata. El crítico saborea la ironía elegante y el sarcasmo
inteligente.
Lo primero es bufonada; lo
segundo, ingenio.
El criticón empuña el mazo para demoler y desmenuzar. El crítico se
aferra al cincel para formar y esculpir.
Lo primero es pasar sin pena ni gloria; lo segundo, trascender.
El criticón se toma muy en serio, se cree el centro del Universo. El
crítico es capaz de reírse de sí mismo, tiene los pies bien puestos sobre la
tierra.
Lo primero es inseguridad; lo segundo, confianza.
El criticón es experto en señalar errores y problemas. El crítico
propone y sugiere posibles soluciones, puntos de acuerdo y alternativas.
Lo primero es mezquindad; lo
segundo, generosidad.
El criticón es solapado, gusta de
la intriga, la murmuración y hablar a espaldas de... El crítico es valiente,
frontal, da la cara.
El criticón suele ser adulador.
El crítico hiere con la verdad.
Lo primero es teatro; lo segundo, auténtico.
El criticón se conforma con una
visión superficial de los hechos. El crítico es un observador agudo.
Lo primero es facilismo y
oportunismo; lo segundo, hábito y rigor...
"En días
en que abunda la crítica chabacana, fácil y ofensiva, debemos apuntar a una crítica
fina, inteligente, ingeniosa y culta.
Criticar
algo o a alguien, supone, de entrada, ubicarse en una posición de superioridad.
Solo
quien detenta un poder, un conocimiento o un criterio mayor, puede evaluar y
calificar; sin embargo, los criticones, sin autoridad, hacen eso todo
el tiempo: juzgar a los demás, pretendiendo que su opinión, en verdad los va a
degradar.
Del
crítico al criticón hay un abismo. El que hace una crítica seria se sabe
y se certifica experto para hacerla. Evalúa tanto los aspectos negativos, como
los positivos de aquello que está analizando. Lo anima un afán
de mejoramiento. El criticón, en cambio, quiere descalificar a los demás sin
otra intención que la de desacreditarlos.
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